Parece que hemos perdido la fe en el Otro: solo resta creer en nosotros, y a veces.
Si en ocasiones resulta difícil vivir con nuestro propio ser, lo es más cuando debemos hacerlo con otras personas. ¿Por qué? Porque supone ceder… y no queremos eso, sino todo lo contrario. Estar con otros Humanos implica sacrificar algunos objetivos individuales para el bien de la colectividad... ¿o no?
Sacrificio es la palabra que tanto miedo nos causa, pero tal vez le hemos restado su carga conceptual. Más ahora, en Semana Santa, que se pone de moda y hasta bonito resulta decirla. El problema es que le damos el título de Sacrificio a casi cualquier acción que suponga un mínimo de esfuerzo: levantarse temprano, esperar a alguien, no comprar algo, escuchar… todo puede ser perfectamente un Sacrificio. Y así nos sentimos heroínas o héroes.
Se parece al sermón de esos que da un señor con túnica dentro de esa enorme casa. No. Esto no se trata de propaganda religiosa ni de persuadirte para que hagas verdaderos sacrificios (¿acaso existen los falsos?). Se trata de que muchas veces creemos que al realizar un sacrificio, es decir, al abandonar un propósito individual, inmediatamente ayudaremos a que se logre el colectivo.
Este ejemplo hará el paro en un intento por explicarme: Supongamos que dentro de un noviazgo, free, peoresnada o como quieras llamarle, alguno de los dos deja de asistir a un curso para con ello pasar más tiempo juntos. Está dejando un objetivo individual en pos de lograr otro colectivo. Suena razonable, pero, ¿qué pasa después? Comienza el reproche puesto que sólo uno se ha sacrificado, así que, acto seguido, la otra persona también lo hace. Al parecer así debería marchar todo perfectamente, ya que ambos tomaron decisiones para conseguir el “bien común”. Nos vamos a la realidad y… sucede todo lo contrario: la pareja está frustrada porque ninguno se ha desarrollado personalmente, pa’ pronto, ninguno está satisfecho consigo.
¿A dónde quiero llegar con toda esta habladuría totalmente aburrida y falta de sentido? A que, una vez determinados los fines, evalúes:
Es ésa mi propuesta, la cual no te digo que no le hagas caso, pero tampoco que no la ignores… ni todo lo contrario.
Si en ocasiones resulta difícil vivir con nuestro propio ser, lo es más cuando debemos hacerlo con otras personas. ¿Por qué? Porque supone ceder… y no queremos eso, sino todo lo contrario. Estar con otros Humanos implica sacrificar algunos objetivos individuales para el bien de la colectividad... ¿o no?
Sacrificio es la palabra que tanto miedo nos causa, pero tal vez le hemos restado su carga conceptual. Más ahora, en Semana Santa, que se pone de moda y hasta bonito resulta decirla. El problema es que le damos el título de Sacrificio a casi cualquier acción que suponga un mínimo de esfuerzo: levantarse temprano, esperar a alguien, no comprar algo, escuchar… todo puede ser perfectamente un Sacrificio. Y así nos sentimos heroínas o héroes.
Se parece al sermón de esos que da un señor con túnica dentro de esa enorme casa. No. Esto no se trata de propaganda religiosa ni de persuadirte para que hagas verdaderos sacrificios (¿acaso existen los falsos?). Se trata de que muchas veces creemos que al realizar un sacrificio, es decir, al abandonar un propósito individual, inmediatamente ayudaremos a que se logre el colectivo.
Este ejemplo hará el paro en un intento por explicarme: Supongamos que dentro de un noviazgo, free, peoresnada o como quieras llamarle, alguno de los dos deja de asistir a un curso para con ello pasar más tiempo juntos. Está dejando un objetivo individual en pos de lograr otro colectivo. Suena razonable, pero, ¿qué pasa después? Comienza el reproche puesto que sólo uno se ha sacrificado, así que, acto seguido, la otra persona también lo hace. Al parecer así debería marchar todo perfectamente, ya que ambos tomaron decisiones para conseguir el “bien común”. Nos vamos a la realidad y… sucede todo lo contrario: la pareja está frustrada porque ninguno se ha desarrollado personalmente, pa’ pronto, ninguno está satisfecho consigo.
¿A dónde quiero llegar con toda esta habladuría totalmente aburrida y falta de sentido? A que, una vez determinados los fines, evalúes:
Es ésa mi propuesta, la cual no te digo que no le hagas caso, pero tampoco que no la ignores… ni todo lo contrario.
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