Te me saliste tanto de las manos que ahora solo he de observar cómo te alejas.
Escribo un poco descompuesto, es decir, más de lo usual, pero... supongo que es natural. Te metí en mis letras desde aquella carta —¿recuerdas?—, y estas líneas se plasman ahora para sacarte de ellas. Al menos de éstas, las profundas; las impulsivas; las que, como yo, son y se dejan ser, así sin más.
Te quedas —te dejo— en alguna coma, en algún punto, en una tilde... ¡ah, esas tildes!, esas que tanto te cuestan, esas que, como a mí, quieres, pero al final nomás no.
Para ti no tengo más que Amor. Sí, de ese que va con mayúscula, de ese tan mío, tan tuyo, tan nuestro. Aprendo de todo lo que compartimos. Me quedo, si permites, con eso.
¿Que si estuvo mal ser todo apasionado e intenso? No lo sé y, sí, adivinaste: no me importa. Así soy, así deseo continuar: entregado, apasionado, amando y creyendo, rompiéndome cada pedazo de alma de vez en vez, aniquilándome para renacer... así contigo, así me recordarás, porque sé que lo harás, así como sé que te Quiero aunque te desvivas en negarlo.
Detesto —bien sabes— los lugares comunes, las frases trilladas, lo que se dice porque así ha funcionado siempre. Y lo detesto más cuando se trata de una despedida, pero en esta ocasión me doblego y utilizo esa palabra que, si bien desgastada, totalmente honesta si de mis letras emana: Gracias, gracias por todo lo que vivimos —y morimos—; por ser siempre tú; por ayudarme a crecer; por los regaños; por el Amor; por las sonrisas —y las carcajadas—; por volar, aunque fuera un breve instante, conmigo. Gracias.
Coincidiremos, pues, en algún bosque, cuando tus ramas y las mías precipítense. Mientras, florece, haz raíces y déjate sentir la lluvia.
Te Quiero, siempre, higuera.
Desde el lado izquierdo de la Vida y del Amor,
André
,
Para ti no tengo más que Amor. Sí, de ese que va con mayúscula, de ese tan mío, tan tuyo, tan nuestro. Aprendo de todo lo que compartimos. Me quedo, si permites, con eso.
¿Que si estuvo mal ser todo apasionado e intenso? No lo sé y, sí, adivinaste: no me importa. Así soy, así deseo continuar: entregado, apasionado, amando y creyendo, rompiéndome cada pedazo de alma de vez en vez, aniquilándome para renacer... así contigo, así me recordarás, porque sé que lo harás, así como sé que te Quiero aunque te desvivas en negarlo.
Detesto —bien sabes— los lugares comunes, las frases trilladas, lo que se dice porque así ha funcionado siempre. Y lo detesto más cuando se trata de una despedida, pero en esta ocasión me doblego y utilizo esa palabra que, si bien desgastada, totalmente honesta si de mis letras emana: Gracias, gracias por todo lo que vivimos —y morimos—; por ser siempre tú; por ayudarme a crecer; por los regaños; por el Amor; por las sonrisas —y las carcajadas—; por volar, aunque fuera un breve instante, conmigo. Gracias.
Coincidiremos, pues, en algún bosque, cuando tus ramas y las mías precipítense. Mientras, florece, haz raíces y déjate sentir la lluvia.
Te Quiero, siempre, higuera.
Desde el lado izquierdo de la Vida y del Amor,
André
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