Una tarde caminaba muy tranquilo y tropical cuando, de repente, una obra de Arte apareció frente a mis ojos. Saqué el celular y la capturé cual Pokebola a su Pokemón. He aquí la fotografía que me inspiró para buscar y publicar la carta de abajo:
Mujeres, ¿cómo decir que no ante tal declaración? En fin (o inicio), estas breves líneas fueron escritas hace tiempo ya, tal vez a ti que estás leyendo fue a quien las dediqué. Tal vez no. Como sea, iniciemos.
Mujeres, ¿cómo decir que no ante tal declaración? En fin (o inicio), estas breves líneas fueron escritas hace tiempo ya, tal vez a ti que estás leyendo fue a quien las dediqué. Tal vez no. Como sea, iniciemos.
Hoy hablamos de ser honestos, y estas líneas (virtuales) son creadas a base de aquella sinceridad que es difícil concebir; son de esas palabras que, mientras más escribes, menos quieres entregar. Si pudieras ver todas las correcciones que llevo apenas en estos minutos.
No sé si ya lo sepas o al menos lo sospeches, pero cualquier opción no cambiaría la decisión, que peca incluso de egoísta, pero de verdad quiero hacerlo. Egoísta porque sé que cuando termines de leer, será imposible que todo siga igual, que nuestra amistad se conserve incólume, sin embargo, insisto: hoy hablamos de ser honestos.
Puede parecer exagerado: ¡sólo nos hemos visto una vez! Claro, ahora trata de explicarle eso al cerebro (corazón, pues) que se pierde en el espacio-tiempo, que en un minuto puede sentir más que durante muchos años. El discurso de “quiero que todo siga igual que antes” bastante gastado está, así que no sé lo que pase después de esto. No quiero saberlo. Simplemente sé que quiero escribirte, lo que siga, eso ya lo veremos.
Si prefiero lo virtual a lo personal es porque desconozco, también, cuándo será posible encontrarnos. Ya no quiero esperar más. Sí, sé que es poco original, pero quiero arriesgarme a dejar en cada palabra una parte de mi alma, a que éstas hablen por mí: yo ya no puedo.
¿Qué pretendo expresar ahora? Hoy hablamos de ser honestos, así que en un impulso arranco a la sinceridad de las entrañas, la pongo en mi boca, y, con un sabor agridulce, confieso:
Me gustas.
No sé si ya lo sepas o al menos lo sospeches, pero cualquier opción no cambiaría la decisión, que peca incluso de egoísta, pero de verdad quiero hacerlo. Egoísta porque sé que cuando termines de leer, será imposible que todo siga igual, que nuestra amistad se conserve incólume, sin embargo, insisto: hoy hablamos de ser honestos.
Puede parecer exagerado: ¡sólo nos hemos visto una vez! Claro, ahora trata de explicarle eso al cerebro (corazón, pues) que se pierde en el espacio-tiempo, que en un minuto puede sentir más que durante muchos años. El discurso de “quiero que todo siga igual que antes” bastante gastado está, así que no sé lo que pase después de esto. No quiero saberlo. Simplemente sé que quiero escribirte, lo que siga, eso ya lo veremos.
Si prefiero lo virtual a lo personal es porque desconozco, también, cuándo será posible encontrarnos. Ya no quiero esperar más. Sí, sé que es poco original, pero quiero arriesgarme a dejar en cada palabra una parte de mi alma, a que éstas hablen por mí: yo ya no puedo.
¿Qué pretendo expresar ahora? Hoy hablamos de ser honestos, así que en un impulso arranco a la sinceridad de las entrañas, la pongo en mi boca, y, con un sabor agridulce, confieso:
Me gustas.
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